De achef
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Es un lugar común decir que solo hay dos cosas seguras en la vida: la muerte y los impuestos; pero no por trillada esta frase es falsa y tenemos que aprender a vivir con esta realidad de aportar al gasto público. Así como hay un duelo que se vive en la muerte, igual hay en el pago de impuesto etapas que tenemos que superar, aunque tal parece que algunos se quedan atorados en la etapa de la negación y creen que son inmunes a su obligación de contribuir o ignoran lo que pagan. Así que me he preparado con mi café y mi computadora para esbozar los rasgos de algunos de aquellos que dicen que no pagan impuestos. ¡Vamos, pues!
Quiero platicar en primer lugar de aquella gente que toma como bandera política no pagar impuestos para castigar al gobierno con el que no están de acuerdo. Hace varios años hubo un personaje que decidió por sus barbas que ya no iba a pagar impuestos y se embarcó en una serie de actos públicos de desobediencia civil en los que se apersonaba en diversos establecimientos para comprar bienes y al pagar hacía cuentas para entregar dinero exclusivamente por el precio de los bienes sin aceptar el traslado de IVA o IEPS en las transacciones que realizaba. Era una protesta que reconocía ilegal pero que justificaba bajo el argumento de que se negaba a financiar a un gobierno con el que no estaba de acuerdo (me ahorraré repetir los detalles de su perorata). Repartía certificados de no pago de impuestos de valor más testimonial que real para recalcar su mensaje político, pero con su proceder no se daba cuenta de que estaba afectando primeramente a las cajeras o a los despachadores de gasolina que lo atendían, porque al corte de caja del día tendrían faltantes de efectivo y seguramente tendrían que pagarlo, y si no ellos, alguien acabaría cubriendo los diferenciales por pagar al SAT porque ni en aquellos tiempos ni ahora existe algún recuadro en las declaraciones que permita disminuir, acreditar o compensar “certificados de desobediencia civil”.
Hoy en día este personaje tiene una posición preminente dentro del Poder Legislativo de nuestro país y seguramente no mira con la misma simpatía con la que él protestaba los intentos aislados que algunas personas contrarias al régimen actual promueven para tratar de iniciar una revuelta contra el pago de impuestos. Estos idealismos radicales se tropiezan con la dura realidad de que la recaudación de impuesto no se puede evadir dentro de este régimen republicano en el que vivimos y que el principio constitucional del art. 31, fr. IV de la Carta Magna que dispone que es obligación de los mexicanos: “Contribuir para los gastos públicos, así de la Federación, como de los Estados, de la Ciudad de México y del Municipio en que residan, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes” está más vivo que nunca. Podrá haber muchos y profundos desacuerdos del sistema político en el que vivimos, pero es muy claro que el aparato gubernamental habrá de financiarse con todas las contribuciones que pagamos; ¡que debemos pagar! Nadie puede sustraerse a la potestad tributaria que está íntimamente ligada a la propia existencia del Estado, un atributo soberano que da viabilidad al cumplimiento del contrato social.
Tenemos un segundo grupo de gente que no paga impuestos que, a diferencia del grupo anterior, sí está dentro del juego de los impuestos, pero apuestan contra la casa. Los del primer grupo no quieren jugar, la gente de este segundo grupo sí juega, pero busca ganar con trinquetes. Ejemplos variados y abundantes tenemos, entre los que destacan aquellas personas que facturan o deducen operaciones simuladas, mejor conocidos como EFOS o EDOS. Mucho se ha escrito en este espacio respecto a los que compran y venden facturas y el mercado que hay a su alrededor que se aprovechan de simulaciones para sacar ventajas desleales para no pagar impuestos: empresas que reciben CFDI con los que reducen su base gravable del ISR o del IVA, mientras que el emisor no paga tales impuestos.
No en balde puso Dante a los ladrones y defraudadores en el octavo círculo del infierno, apenas arriba de los traicioneros que ocupan el noveno y más profundo de los sitios de castigo, puesto que es una actividad que daña profundamente la recaudación del país. Con una severidad similar a los castigos que se imaginó Dante, en la legislación fiscal mexicana se establecieron infracciones, multas y penas corporales para los que incurren en actos de esta naturaleza; en efecto, recordemos el art. 69-B del Código Fiscal de la Federación (CFF) que entre otras cosas establece que las autoridades fiscales pueden presumir la inexistencia de operaciones cuando se emiten facturas sin tener, en general, la capacidad material para prestar servicios o para la producción, comercialización o entrega de bienes; y cuando los emisores caen en dicha presunción se les incluye en una lista que obligará a los que reciben los comprobantes a reversar los efectos de deducción y acreditamiento que hubieran dado a las facturas sin materialidad. Involucrarse en operaciones inexistentes, falsas o simuladas puede llevar a los que expidan, enajenen, compren o adquieran los comprobantes que las amparen a sufrir una pena de prisión de entre dos a nueve años de acuerdo con el art. 113 Bis del CFF, y aquí quiero detenerme a que veamos que el simple hecho de adquirir ese tipo de facturas te puede poner en riesgo de cárcel aun cuando no se le dé efecto fiscal alguno al comprobante. Igualmente, pueden sufrir la cancelación o restricción de sus certificados de sello digital bajo los supuestos de los arts. 17-H y 17-H Bis del CFF o hacerse acreedores a una multa de entre el 55% a 75% de los comprobantes que amparen operaciones simuladas o inexistentes a los que les hubieran dado efecto fiscal, de acuerdo con el art. 84, fracción XVI del CFF.
Desgraciadamente estas penas no se aplican siempre, puesto que hay un mercado para estas operaciones que no son detectadas o castigadas por las autoridades fiscales. En este grupo están aquellos que les gusta el riesgo y apuestan fuerte en este “casino” contra la casa, con lances cada vez mayores y riesgosos; pero parecen no recordar la gran verdad que rige a los juegos de azar: La casa nunca pierde. Siempre hay una alta probabilidad de que la autoridad fiscal identifique este tipo de operaciones y las consecuencias podrían devenir peligrosas.
El tercer grupo es de todas aquellas personas que no son conscientes de la carga fiscal de la que son responsables o que pagan sin saber. Alguna vez un cliente obtuvo saldo a favor en su declaración anual de ISR y estaba muy feliz porque ese año no le había pagado impuestos al gobierno. Cuando analizamos que en realidad le devolvieron un excedente de retenciones que habían hecho los patrones durante el año y que el gobierno se había quedado aproximadamente con el 20% de lo que había ganado en el año, su alegría se convirtió en resignación. Y no paramos ahí; hicimos un cálculo estimado de los impuestos y contribuciones que se pagan cotidianamente al comprar cualquier cosa y pudimos ver que un 10% adicional de su ingreso se va en pagar contribuciones igual a nivel federal, estatal o municipal. En ese análisis incluimos el ISR por su ingreso, las cuotas de seguridad social que le retiene el patrón, IVA y IEPS en gasolina, Impuesto predial, Derechos de Agua, Derechos del automóvil, IVA en ropa, lVA en otros gastos generales como en los paseos de fin de semana con las ocasionales comidas en restaurantes, visitas al cine con combo gigante de palomitas, vacaciones con la familia, seguro de gastos médicos mayores, etc. Prácticamente está pagando esta persona 30% de impuestos, 20% por su ingreso y 10% por consumo de bienes. Es muy difícil establecer que este porcentaje sea general porque depende mucho de los niveles de ingreso y de los hábitos de consumo que tenga él y su familia, pero nos arroja luz del punto que queremos probar: pagamos impuesto aún y cuando no somos conscientes de ello.
Todos de alguna manera tenemos una carga tributaria. Recordemos la sabiduría popular en la que se preguntaban si era correcto pagar impuestos; las monedas para pagar los tributos tenían la cara e inscripciones del César, así que demos al César lo que es del César y ¡Adiós, que les vaya bien!
Artículo elaborado por el C.P. Fernando Chávez Vejo, integrante de la Academia Chihuahuense de Estudios Fiscales, A.C. Refleja su opinión.
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